lunes, 7 de mayo de 2012

Ácido

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"La violencia contra las mujeres, masiva y aterradora, es un hecho social concreto, es una epidemia creciente, desbordada, pero también cargada de significado"
Y mientras le borraba el rostro con ácido, le gritaba: "Téngalo bien presente, en su cara me voy a cagar y con la ley me limpio el culo". Eso es lo que recuerda Gloria Liliana Piamba del ataque del que fue víctima. Su victimario estaba en lo cierto. La probabilidad de que este atroz crimen de odio llegue a una condena es del 0,0003 por ciento. La cifra es tan indecente que podemos declarar, sin disputa, que no hay justicia para las mujeres.
Por favor, ¡basta ya de pedir paciencia, señores! ¡Sincerémonos! Cientos de miles de mujeres víctimas del conflicto fueron brutalizadas sexualmente, y sus cuerpos, pero también sus almas, se convirtieron en escenarios primarios de la violencia en Colombia. Las cifras son devastadoras, pero estos casos, como todos los casos de violencia contra las mujeres, además de los anuncios, ni siquiera han sido formalmente asumidos por la justicia. No hay proporción entre la abundante cantidad de leyes y disposiciones previstas para perdonar a los victimarios, para ofrecerles garantías, para priorizar sus intereses, incluso cuando no lo han pedido, como sucede hoy con el Marco para la Paz, y lo dispuesto para proteger a los cientos de miles de mujeres víctimas, que siguen esperando, entre la miseria y la supervivencia, a que les llegue su turno. Hay que ver la celeridad con la que se tramitan en este país las demandas de los violentos. Y ni hablar del nivel de sus defensores.
La violencia contra las mujeres, masiva y aterradora, es un hecho social concreto, es una epidemia creciente, desbordada, pero también cargada de significado. A las mujeres se nos violenta de múltiples maneras en todas las esferas de la vida social, y generalmente por los seres más próximos. Todo empieza en el hogar, por supuesto, a través de formas y costumbres profundamente institucionalizadas en la manera como nos educan, en los modelos o en la perversa lógica según la cual la violencia que ocurre en el marco de las relaciones de familia es una violencia intocable y se encuentra por fuera de los límites de la justicia, como si ocurriera en otro planeta, por fuera de jurisdicción. Allí nadie se mete. Las mujeres aguantan, callan. Mientras se niegue, no existe. Y si denuncian, las revictimizan.
¿Y quién se asombra de que pase lo que pasa si tenemos a tantos interesados en casos similares dictando la ley? Magistrados, jueces, concejales, congresistas, policías, militares. No es coincidencia que no haya sido posible que pase ni una sola disposición para retirar la investidura o remover del cargo a funcionarios involucrados en casos de violencia intrafamiliar, ni siquiera cuando la situación es tan extrema que sitúa en el mayor de los riesgos a los hijos. "Que hay que esperar a que se pronuncie la justicia", responden los partidos que los avalan. ¿Cuál justicia? "Que hay que ofrecerles todas las garantías del debido proceso", replican sus abogados. Garantías que jamás han tenido sus víctimas. No hay justicia.
¿Cómo negar que existe una política no institucionalizada que atenta contra los derechos de los hijos nacidos por fuera del matrimonio dentro de las Fuerzas Militares? ¿Y qué hay con los hijos de los sacerdotes?
Entre borrar el rostro de una mujer con ácido, borrar su deseo de luchar convirtiéndola en la culpable de su propia desgracia, y borrar a una mujer del servicio público porque ha demostrado independencia y valor, hay grandes similitudes. Hoy escribo esta columna hastiada por la injusticia, pero también a la espera de que juntas decidamos que ¡basta ya! Las mujeres colombianas somos mujeres capaces, y hemos avanzado de manera increíble, no porque se nos reconozca el haber mantenido a este país de pie, sino a pesar de esa falta de reconocimiento.
Así que, mis queridas, la pregunta no es "Y ahora, ¿quién podrá defendernos?". La pregunta es: ¿cuándo vamos a organizar nuestra agenda y a levantar nuestra voz para exigir respeto?
COLUMNA DE NATALIA SPRINGER
@nataliaspringer

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